Otro testimonio de santidad en Granada

Esta mañana, un nutrido grupo de hermanos, hemos visitado la Casa Madre de la Beata granadina María Emilia Riquelme, una sesión de formación que hará mucho bien en nuestra Hermandad, y a buen seguro, dará abundantes frutos espirituales.

Con esta visita, hemos profundizado en la vida de una granadina enamorada de Jesús Sacramentado.

María Emilia Riquelme y Zayas nació en Granada en 1847, hija de María Emilia de Zayas-Fernández de Córdoba y de la Vega, perteneciente al linaje de los Zayas Fernández de Córdoba, descendiente directa del Gran Capitán. Su padre, Joaquín María Riquelme y Gómez, era militar, y llegaría como general, en posesión de la Laureada de San Fernando, al mando de la Capitanía General de Sevilla como jefe del Estado Mayor. María Emilia estudió francés, piano, pintura, canto, equitación, bordado… Su madre, que le enseñó sus primeras oraciones, murió de cólera en la primavera de 1855 y se instaló con su padre y su hermano Joaquín en casa de sus abuelos maternos. 

Desde aquel momento, con tan solo siete años buscó consuelo en la Virgen, a quien dijo haber visto con el Niño Jesús en los brazos. Su amor por Ella creció, y en la adolescencia, vivió una experiencia profunda con María que marcó su vida. Ya en su juventud, consagró privadamente, con voto de castidad, su virginidad a la Virgen del Carmen.

El nombramiento de su padre como subsecretario del Ministerio de la Guerra en 1863 los obligó a trasladarse a Madrid, pero al poco tiempo, por enfermedad pulmonar crónica de su hijo, solicitó traslado a Canarias con la esperanza de un clima más suave que favoreciera la recuperación del pequeño Joaquín. En Tenerife, María Emilia reunió a unos cuantos niños y les explicaba la fe católica: la misa, la confesión, y el amor a la Virgen. Se agravó la enfermedad del hermano y se trasladaron nuevamente a Sevilla buscando mejores médicos, pero el 2 de mayo de 1866, Joaquín falleció. 

Su padre fue nuevamente destinado a La Coruña como capitán general de la VIII Región Militar. Entonces, María Emilia se decidió a la entrega a Dios en la vida religiosa a lo que su padre se negó. En la Revolución liberal de 1868, mandó a María Emilia a Madrid a casa de su hermana Pepa y tras el destronamiento de Isabel II, depuso el mando y marchó exiliado a Lisboa. 

A la vuelta del exilio, a Emilia le desagradaba la vida de gran sociedad en la capital, en cambio, visitaba hospitales y a pobres. María Emilia se entregó a obras de caridad: limosnas, pago de estudios eclesiásticos a jóvenes sin recursos, regalo de ajuares a chicas casaderas…, así, fue benefactora de Leopoldo Eijo Garay, que llegaría a arzobispo de Madrid. Por consejo de su confesor, Marcelo Spínola, se asoció a las Conferencias de San Vicente de Paúl. 

En febrero de 1885 falleció su padre. Intentó probar en varias Congregaciones religiosas pero la debilidad de su salud la obligó a desistir. Por rescripto pontificio se le concedió tener a Cristo Sacramentado en su casa. Decidió construir una capilla y casa colindante dedicándolo a la Virgen Inmaculada, y fue gestando los estatutos de una vocación específica. El lema de la nueva congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada será: “Dulzura y caridad; inmolación voluntaria y alegre por la gloria de Dios y bien de nuestros prójimos”. Pronto llegaron las primeras vocaciones, y el arzobispo aprobó temporalmente las constituciones que regirán la vida comunitaria.

El 25 de marzo de 1896, presidido por el arzobispo Monseñor José Moreno Mazón, tuvo lugar la imposición de hábitos a las siete primeras novicias y profesión perpetua de Emilia Riquelme, como Madre Fundadora. 

 

Como todos los seguidores de Jesús, afrontó calumnias y difamaciones sobre ella y su fundación; no faltaron los infundios ni rebeliones internas. Tras una visita canónica del vicario capitular y de una entrevista con el nuevo arzobispo Monseñor José Meseguer y Costa, las aguas se fueron serenando. 

Viajó a Roma y el 2 de febrero de 1909 la Congregación obtuvo el Decreto laudis firmado por Pío X. Con cuatro casas fundadas, en 1912 se fue a Roma por la aprobación definitiva del Instituto, que firmó Pío X el 5 de agosto. 

El 2 de agosto de 1938, Pío XI aprobó definitivamente las constituciones de la Congregación. En sus últimos consejos, pidió con insistencia a sus hijas que rezasen diariamente el Santo Rosario, “sencillez de corazón y humildad muy profunda”.

Además de España con nueve fundaciones, la Congregación tiene casas en Portugal, tres fundaciones; Brasil, ocho fundaciones; Colombia, siete fundaciones; Bolivia, cuatro fundaciones, y Estados Unidos, cuatro fundaciones.

Un acercamiento a una gran mujer que vivió por y para Jesús Sacramentado, a quién amó en la Eucaristía y en cada uno de los pobres a quienes ayudó a lo largo de su vida a través de las muchas tareas que desempeñó desde pequeña.

Una historia de amor y entrega desde nuestra ciudad, que gracias al amor de María Emilia Riquelme sigue dando fruto además de en Granada, en otros puntos de España, en Portugal, Estados Unidos, Colombia, México, Brasil, Bolivia, Angola y Filipinas.

El Papa Francisco decretó “el milagro para la beatificación” con fecha 19 de Marzo de 2019. La beatificación de la Sierva de Dios, Venerable, Emilia Riquelme y Zayas se produjo en Granada, en su sede catedral, el 9 de noviembre del año 2019, con la presencia del Cardenal Monseñor Angelo Becciu, como Prefecto de la Congregación para el Culto de los Santos, y delegado pontificio.

Nuestra gratitud a la Congregación de Misioneras del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada por su acogida y enseñanzas.