Nuestra Madre y Señora de Consolación

Razones teológicas e históricas justifican dicha advocación. María, asociada por voluntad divina a las tareas redentoras, se asocia también al carácter Paráclito de su Hijo, apareciendo entonces como mediadora y consoladora, y así lo reconocemos en la letanía: «consuelo de los afligidos». Por otra parte, conocemos una antigua devoción entre las monjas clarisas del Ángel Custodio que veneraban en clausura una imagen de la Virgen de la Consolación.

Dolorosa de vestir de Antonio Joaquín Dubé de Luque, bendecida en 1990, realizada en madera de cedro, con los ojos policromados no postizos. En ella se intenta captar un momento profundamente humano, el dolor de una madre por su hijo, pero encarnado en la que es Reina del Cielo. Este difícil reto se resuelve en una soberana belleza, de gran finura, que revela un hábil manejo de las gubias en el modelado del rostro, sin dureza, pero con hondura y sentimiento.

Hay que reconocer el esfuerzo de adaptación del imaginero a la hora de concebir esta imagen al reconocerse en la bella Virgen de la Consolación la compresión de los modelos de la escuela granadina de introspección en el sentimiento expresivo y de la delicadeza en el complemento polícromo, con una concepción de sentimiento de amargura honda y contenida para lograr una de sus realizaciones, sin duda, más logradas.

Está concebida para ir acompañada por la imagen del «Discípulo amado» cuya talla se bendijo en 2001 y es así mismo obra de Antonio Joaquín Dubé de Luque.