El P. José María, estará siempre en el ADN de nuestra Hermandad
Se ha marchado a la Casa del Padre el jesuita sevillano José María Rodríguez-Izquierdo Gavala, próximo a cumplir los 89 años de edad. Fue Licenciado en Filosofía y Letras, y Teología, así como Profesor en el Colegio Portaceli de Sevilla (1978-1988), Profesor de Teología de los Sacramentos en el Instituto de Teología de Asunción (Paraguay), en 1989, y desde 1990 Profesor de Liturgia y Teología Pastoral en la Facultad de Teología de Granada. Desempeñó la dirección espiritual de la sevillana hermandad de la O, estando ligado también a la Amargura y la Lanzada. En sus 72 años de pertenencia a la orden ignaciana ha conocido otros destinos como El Puerto de Santa María, Alcalá de Henares, Córdoba, Murcia, Roma Úbeda y Andújar.
El P. José María, como le llamábamos nosotros, estará siempre en el ADN de nuestra Hermandad; es más él contribuyó desde su compromiso a forjar ese ADN. Fue hermano antes que director espiritual. Como director espiritual nos acompañó ininterrumpidamente, desde el año 1992, durante veinte años, la mayor parte de su estancia en Granada, el destino que le asignó la Compañía de Jesús, de la que era un ferviente miembro.
Compaginaba su entrega a la Hermandad, junto a otras responsabilidades, a la enseñanza de Sagrada Liturgia. Era un auténtico experto en esta materia y autor de publicaciones como “Reflexiones ante Cristo crucificado” y “Cómo se hace un cristiano: la iniciación cristiana”. Nos brindaba los consejos que a diario se le pedían y gozaba del reconocimiento de tantos y tantos sacerdotes granadinos que han pasado por su magisterio. De ahí su implicación a nivel diocesano desde la delegación de Liturgia o el Seminario, además de su papel como consiliario en los Equipos de Nuestra Señora.
Como director espiritual acompañó a siete hermanos mayores del Santo Cristo de San Agustín, siete juntas de gobierno distintas, sin sobresaltos, desde la mutua comprensión, aprendiendo unos de otros y todos de él. Si dejó esa responsabilidad a finales del año 2011 fue sencillamente porque cambió su destino en el seno de los jesuitas de Andalucía. Su dirección espiritual ha coincidido con momentos tan trascendentales y emotivos para la vida de nuestra Hermandad como las primeras estaciones de penitencia del Santísimo Cristo de San Agustín (en 1993) y de Nuestra Madre y Señora de la Consolación (en 2008). Él mismo bendijo las imágenes de San Juan Evangelista y de Santa María Magdalena que acompañan, en su capilla y bajo palio, a nuestra bendita Madre de Consolación. Y mucho antes impulsó el carácter sacramental de la Hermandad y el afianzamiento del Voto de la Ciudad al Santo Crucifijo en la fecha del 14 de septiembre.
Con especial celo ha atendido continuamente la tarea de formación, diseñando sesiones instructivas y avalando las que se proponían por las juntas de gobierno. Él mismo ha impartido muchas de esas charlas, que son ya un testimonio inolvidable. Como también lo son sus predicaciones en triduos y quinarios -la predicación propició su acercamiento a la Hermandad-, en el Voto de la Ciudad y en todas las eucaristías celebradas por ésta, especialmente la dominical, en la que puso un especial empeño y que mantenemos hasta el día de hoy. De este modo nos ha inculcado ese amor al domingo y la invitación a la presencia de hermanos en todos los domingos y días festivos del año. En sus homilías se hacía efectiva esa dirección espiritual a la que se consagró sin límite, como también en los puntos doctrinales de los cabildos generales y de oficiales, donde siempre eran tenidos en cuenta sus consejos, sabios por otra parte.
Recordamos la forma de valorar los Oficios de Semana Santa y especialmente la Vigilia Pascual, a la que no se podía faltar -nos decía- más que superando los cuarenta grados de fiebre. La cordialidad con la comunidad de religiosas clarisas del Ángel Custodio fue otra máxima durante las dos décadas en que nos acompañó, así como el fomento de la adoración eucarística, ese tesoro escondido de nuestra Hermandad.
Le encantaba que las familias participaran en las misas, incluso cuando los niños lloraban o podían llegar a molestar. Para él era todo lo contrario, la muestra del amor de Dios, que a todos no pide hacernos como niños. La Eucaristía, desde luego, mereció su completa dedicación. Y la tradujo en amor a la Hermandad y su identificación con el mundo cofrade, que entendía como un enorme campo pastoral, que él conoció desde pequeño. De hecho, concebía la estación de penitencia como un encuentro con el Señor, para “examinar la propia vida a la luz de la voluntad de Dios, y pedirle gracia y ayuda para mejorar cada uno la calidad de su vida cristiana” (2000). Por entonces se empleó a fondo en la formación de cara al Año Santo, como también lo hizo en la ocasión en que nuestra iglesia sede fue templo jubilar.
Rememoraba cómo acompañado de sus padres se dejó atraer por Jesús del Gran Poder en su Sevilla natal. Siempre atendió las solicitudes que le hacían las cofradías y predicó en muchos cultos cofrades en la Alta y en la Baja Andalucía, aportando además sus escritos, principalmente sobre Liturgia, a revistas y boletines. Así se extendió aún más su magisterio, requerido por grupos cristianos, por hermandades, por consejos y federaciones de cofradías, que a él acudieron en sus programas de formación, como ocurrió en Sevilla con el curso sobre Liturgia Eucarística. Fue un testimonio vivo del compromiso sacerdotal con el mundo cofrade. Algo que ha marcado desde entonces la vida de nuestra Hermandad y ha propiciado una reciprocidad que nos enriquece mutuamente a los hermanos y al sacerdote, siendo un pilar de nuestra idiosincrasia.
Su trato siempre correcto y su semblante aparentemente serio escondían un carácter afable y un fino sentido del humor. Casó a algunos miembros de la Hermandad y despidió a otros, bautizando asimismo a hijos de hermanos. Se alegraba con el ingreso de nuevos hermanos, una riqueza para la Hermandad, y a la vez nos indicaba que el mero hecho de ser cristiano suponía ir contra corriente en el mundo actual, lo que nos podía acarrear un cierto grado de persecución. Por eso se preocupó de formar a cristianos comprometidos, sólo eso pueden ser los cofrades. El camino a seguir en la vida cristiana late en con claridad en artículos suyos, tales como: “La celebración litúrgica en el proceso de evangelización”, “Ante el Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla. Eucaristía y evangelización”, “Los sacramentos, Dios y el hombre al encuentro” o “Valor apologético de la vida de la Iglesia”.
Tras abandonar Granada, Sevilla fue su destino y allí, ante una de las grandes devociones de su vida cristiana, celebró en 2015 sus bodas de oro sacerdotales junto a la impresionante imagen de Jesús del Gran Poder. Pasó después a Málaga y recientemente a Alcalá de Henares. Muchos miembros de nuestra Hermandad se preocuparon durante este tiempo de visitarlo o de hablar con él, interesándose siempre por su delicado estado de salud. Hoy toca expresar nuestras condolencias a sus familiares y a sus compañeros de la Compañía de Jesús.
Ayer por la tarde culminó su existencia terrenal, para ocupar su sitio en la Casa del Padre. Desde allí, a buen seguro, seguirá iluminando la vida de nuestra Hermandad.
El Hermano Mayor