YA ES CUARESMA, BENDITA CUARESMA
Sí, ya es Cuaresma, y estamos llamados en este tiempo a huir de la “globalización de la indiferencia”, a lo que nos invita el Papa Francisco con su mensaje cuaresmal.
Nuestra primera actitud es admitir que vivimos con un “déficit de esperanza”, una esperanza que deseamos llevar a la hermandad, al barrio, a la ciudad en la noche del 17 de febrero en el Vía Crucis de Jesús Nazareno de las Penas, sabiendo que sólo caminando aprendemos y enseñamos a caminar. Nuestra ORACIÓN entonces cobra su pleno sentido por la decisión valiente de los hermanos, personal y comunitaria a la vez: salir a la calle es afrontar nuestra lucha contra las desigualdades y los conflictos, nuestra mano tendida al “hermano herido”. Precisamente por esto la papeleta de sitio del Vía Crucis se dedica a nuestra Bolsa de Caridad, exigencia cuaresmal de la LIMOSNA.
La Cuaresma, como el éxodo de Israel, es un camino desde la esclavitud hasta la libertad. El Quinario al Santo Crucifijo (27 de febrero a 2 de marzo) nos irá purificando día a día en ese camino, aceptando la acción de un Dios que nos libera por propia iniciativa suya, pues nunca “se cansa de nosotros”. Siempre apuesta por nuestra plenitud desde la libertad de los Hijos de Dios; especialmente nos encontramos con Él, sin distracciones, en el AYUNO.
El rostro de Jesús en los días de Besapiés (21 al 23 de marzo), congelado su sufrimiento en un rictus terrible que es pregunta y es respuesta a la vez, es la llamada a una nueva Humanidad, un grito a favor de la unidad y al rechazo a enfrentamientos, en la hermandad, en nuestras vidas, en nuestro país, en un mundo que ansía la paz en tierras de Ucrania, de Gaza y tantas otras. Esa UNIDAD se expresa elocuentemente en nuestra Función Principal (3 de marzo).
Subiendo al paso al Santísimo Cristo de San Agustín (23 de marzo) apostamos por el mundo nuevo que nos anuncia, por la alianza nueva del Reino de Dios, allí todos juntos, apiñados, ante su cruz de plata, que es prenda de salvación y signo de triunfo; no es tiempo de rostros tristes, sino de irradiar la alegría que contagia esa “fragancia de la libertad”. Y eso nos invita a un modo de vida diferente, a la cercanía con el prójimo que sufre, al cuidado de la Naturaleza, obra de Dios, al consumo sostenible exento de caprichos y frivolidades, a un compromiso permanente con la Iglesia, Esposa de Cristo.
Evangelizamos, y de qué manera, cada Lunes Santo, y en concreto este 25 de marzo. Los hermanos no podemos ver el rostro de nuestra Imágenes Titulares, precisamente para tratar de descubrir “la presencia de Dios en la carne del prójimo”. Nuestras Imágenes no son ídolos, nunca son un fin, tan sólo un medio para poner al Hombre ante el misterio insondable de Dios. Sólo si hacemos nuestra Estación de Penitencia -fuente de CONVERSIÓN- de la mejor manera posible, con nuestro silencio y compostura, daremos una oportunidad para que actúe su Gracia: poner a las gentes en disposición de “encontrar” a Dios. Nosotros habremos hallado antes ese divino tesoro escondido; para ello está la Misa del Domingo de Ramos, día de confesión y comunión.
Pero esa Estación de Penitencia es más larga de lo que creemos, no acaba en la madrugada de un Martes, sino en el día radiante de la Resurrección. Ojalá podamos llegar a él, con nuestros compañeros de camino, nuestros hermanos y hermanas, todos, tras enriquecernos con el Triduo Pascual que con tanta intensidad se vive en el convento del Ángel Custodio: Oficios del Jueves y Viernes Santo, solemne Vigilia Pascual el Sábado (30 de marzo).
Este es el sentido de “nuestra” Cuaresma y a él sentíos llamados.
Vivamos una Bendita Cuaresma entre todos.